Hoy iniciaremos una nueva serie de artículos en los que pretendemos dar a conocer a nuestros lectores la cruda realidad que se esconde tras los clásicos y tradicionales cuentos infantiles. Comenzamos la serie con Blancanitos y los siete Enanieves.
Blancanitos, era un chico/a que habitaba en la región de los Grandes Charcos, situada como todo el mundo sabe a 800 kms de Nevada. Nació un gélido día de Agosto del año 1758 d.C. (después del Café y antes de la siesta), en el seno de una humilde familia wisconsiana que se instaló allá por los años de Mari Castaña, junto al Charco del Guarro Feliz. Blancanitos tuvo una infancia poco feliz junto a sus 387 hermanos por parte de padre y los 237 hermanos por parte de madre que formaban una entrañable familia, por lo que siempre se sintió sola y desamparada, necesitando del calor humano y el afecto sincero de una amistad. Su malvada madrastra (más conocida por la “querindonga” de su padre) solo la alimentaba con manzanas Golden, y refrescos de lima limón.
A la tierna edad de 47 años, conoció una banda de narcotraficantes conocida como los enanieves, siete hombres de menguada estatura y famosos maleantes conocidos por controlar el mercado de la coca…… cola, teniendo en exclusiva su fabricación, comercialización y distribución entre Carolina y Virginia (dos bellas dependientas del poblado albaceteño de Villaviciosa del Orgasmo y Cuatro Eyaculaciones). A ellos sirvió con entrega y celo acarreando cada día más de 500 cajas del producto objeto de mercadeo, ya que Blancanitos, por su afición al gimnasio, tenía unos músculos que eran la envidia de camioneros de largo recorrido y taxistas de la zona de la azucarera.
Pasaban los días en su cotidiano ajetreo cuando una mañana, justo antes de la Feria del Ganado de Villatocino del Gorrinal, paseando por el paseo marítimo del Arroyo de Guarromán, conoció a un mecánico de bicicletas apodado “Papa Pitufo”, quien con su amplia sonrisa, y su mono de trabajo de color azul desgastado, la cautivó, embobó, enajenó y deslumbró de tal manera que cayó rendida a su pies, ….bueno un poco más arriba.
-¿a sus rodillas?,
-no un poco más arriba
-¿a sus ingles?
-Bueno…. Si por ahí más o menos.
Tan encantada quedó con él y su pene…..trante personalidad, que iba por las calles cantando feliz esta cancioncilla:
“Eeeeeereeeeees tuuuuuú mi príncipe azuuuuul que yo foll…. Soñeeeee”.
Pronto decidieron fabricar una chabola en las afueras de la aldea para juntar sus fluidos corporales………. y así vivieron felices y comieron nabos hervidos y mejillones en lata, ya que el sueldo de mecánico de bicicletas no daba para más